domingo, 26 de febrero de 2012

Cuento negro para infantes.

Había una vez un pueblo lejano en el que vivían dos hormiguitas muy, pero muy trabajadoras. Ellas estaban siempre sonrientes y felices de amanecer cada nuevo día para volver a sus labores.
Solían despertar bien temprano para buscar sus alimentos, y cuando el sol caía, las hormiguitas regresaban satisfechas a su humilde morada. Sus vidas transcurrían siempre del mismo modo, su rutina se repetía día tras día, semana tras semana, mes a mes.
Pero una tarde, todo cambio. Al regresar después de trabajar podían percibir que algo extraño estaba ocurriendo. Entraron a la casita, dispuestas a preparar una rica merienda, cuando todo comenzó a temblar, el suelo, las paredes, pedacitos de cielo raso caían sobre sus pequeñas cabecitas. Se asomaron sigilosamente por la ventana y allí lo vieron, un señor inmenso tomaba con su enorme mano su diminuta casita y de a poco empezaba a agitarla.
Desesperadas, las hormiguitas intentaron librarse de la crueldad del señor inmenso, pero todo intento por escapar fue en vano. El señor inmenso agitó, agitó y nunca dejó de agitar la casita.
Te preguntarás qué ocurrió con las pequeñas hormiguitas, si acaso escaparon de aquellas enormes garras. Lamentablemente no, ellas no pudieron librase del señor inmenso y partieron, dejaron así este cruel e injusto mundo.


Lu* Galeano.


jueves, 23 de febrero de 2012

Las últimas cosas

(En homenaje a Paul Auster en “El país de las últimas cosas”).

Sentía que estaba dentro de una película, como cuando el protagonista se encuentra en la calle principal de la ciudad más poblada, ve pasar a su alrededor a cientos y cientos de personas a una velocidad inexplicable, pero sin embargo el tiempo se detiene, solo para él.
No hacía más que pensar en esa nota, escrita en un papel sucio y arrugado, se notaba que lo habían partido a la mitad a mano y escrito con lápiz, aparentemente de punta filosa, por lo que revelaba el trazo. Decía algo así como “estas son las últimas cosas, llegan algún día, terminan tan rápido como empezaron y no vuelven nunca más”.
Su pensamiento no podía llegar más lejos, sabía que la discusión no había sido como las anteriores, pero no comprendía porqué esa sería la última. Creía que era cierto lo que decía la nota, todo en la vida empieza y termina, pero no coincidía en eso de que fuera tan rápido, y además muchas veces se podía volver a comenzar.
Decidido a seguir con su camino, sacudió su cabeza como si de esa manera todas sus ideas fueran a caer sobre la vereda, y caminó hasta la parada del blanquito. Desafortunadamente sus pensamientos se burlaron de él, porque así como cayeron en un instante, volvieron a subir a su mente en el mismo momento en que llegaba el colectivo.
Media hora de viaje y una decisión irrevocable, llegaría al Correo Central, los trámites quedarían para la semana entrante, y volvería a casa, le diría todo lo que alguna vez ocultó para que ella amaneciera con una sonrisa.
Le diría que le mintió cuando le dijo que le encantaba verla en pijamas, despeinada y con el maquillaje corrido del día anterior, su pelo y el pijama no le molestaban tanto, pero odiaba ver en la almohada restos de rimel. Tampoco le fascinaban esos fideos con tuco que ella decía eran su especialidad, la cebolla cortada demasiado grande y el exceso de pimienta lo irritaban completamente.
Otra media hora de viaje y tres cuadras más tarde, abrió la puerta del edificio, subió por las escaleras hasta el primer piso, llegó hasta la entrada que decía “B”, pero cuando iba a poner las llaves en la cerradura, la puerta se abrió y antes de que dijera alguna palabra, ella se adelantó y le dijo “te dejé una nota, pero el perro se subió a la mesa y se comió la mitad, viste cómo dejó marcadas las patitas en el mantel…”.
Dejó caer todo lo que tenía en su mano e inmóvil la escuchó decir una vez más, “de lo que hay que hacer estas son las últimas cosas, los pintores llegan algún día, terminan tan rápido como empezaron, y no vuelven nunca más".



Lu* Galeano.-

miércoles, 15 de febrero de 2012

Instrucciones para dar un beso... (En homenaje a Julio Cortázar)

Es imprescindible para realizar esta operación, contar con un espécimen de la raza humana, preferentemente agradable a la vista y con buen aliento, tarea difícil si las hay en estos tiempos que corren. Independientemente de su raza, sexo o religión, una vez hallado el modelo, se podrá dar inicio a la acción.
Para ser un tanto más agradable el momento, se recomienda un ambiente cálido, unas pocas velas encendidas, sobre todo si el espécimen no cumple con las expectativas deseadas, y un tema bien cursi de Montaner Ricardo sonando por lo bajo. Con dichas cuestiones resueltas, se deberán seguir los siguientes pasos.
Los sujetos tendrán que enfrentarse cara a cara y mirarse unos segundos a los ojos fingiendo quererse, luego los cuerpos deberán acercarse cada vez más hasta lograr que los labios se fusionen ruidosamente.
Si el modelo a utilizarse tiene similares características a un galán de telenovela, es probable que el beso sea interminable, si en cambio el espécimen no es en absoluto bien parecido, con unos segundos de interacción será suficiente.
La operación podrá repetirse cuantas veces se desee, y quedará a criterio de los ejecutantes el sumar a los pasos algún que otro abrazo y, por qué no, una caricia.


Lu* Galeano.


Pensando en volver...

Simplemente con una busqueda en google, descubrí que aún mi blog, creado cuatro años atrás, sigue en pie. Un tanto olvidado, ya que fue creado a partir de la consigna de una materia, pero listo para volver a la vida.
No me pareció necesario editar ninguno de los escritos anteriores, aunque algunos solo son trabajos prácticos, forman parte de la historia de este espacio y fueron los que le dieron inicio.
Veamos que sucede a partir de esta reapertura...