Quién no soñó alguna vez con un viaje a Londres. Quizás no los que ya tuvieron la oportunidad de ir, pero yo que no la tuve lo estuve pensando en las últimas semanas.
Viajando con mí novio en su auto me preguntó en que lugar me gustaría vivir cuando fuera mayor y yo le respondí que seguramente elegiría un lugar de Latinoamérica, pero uno bien, bien latino, Venezuela quizás. También pensé que lindo sería poder vivir en otro lugar ahora, en el presente, y pensé en Londres. Ese sería un buen lugar para un estudiante, para vivir en algún pensionado, teniendo que compartir experiencias con gente de otros países, y con ese pensamiento me fui a dormir.
Al día siguiente cuando amanecí estaba en ese lugar, en esa ciudad, con esa niebla tan característica de aquel país lejano, pero ese aroma, ¿sería también característico de allí? Que parecido era el lugar a mi casa, no parecía estar en otro país.
Al llegar a la esquina de la cuadra pasó apurado un colectivo, también muy parecido a los de Argentina, es más igual a los de allá. Y me di cuenta entonces que seguía en mi país, que ahora se parecía a Londres solo que con un aroma no muy agradable y esa niebla, que en realidad era humo, te llenaba los ojos de lágrimas y te raspaba la garganta provocándote unas ganas constantes de toser.
Cuando llegué a casa y prendí la televisión en todos los informativos el humo era noticia. ¿Porqué la ciudad estaba tan afectada, de dónde venía tanto humo?
Una nueva página en la historia de nuestro país se escribía porque unos pastizales en la provincia de Entre Ríos se quemaban sin dar tregua a las tantas dotaciones de bomberos que llegaban al lugar. El viento provocaba que el humo de esa quema se traslade con velocidad a la ciudad de Buenos Aires, razón por la cual esta se parecía a la de Europa.
El conflicto con el campo, que se venía desatando hacía ya un largo tiempo cayó también el la volteada cuando hubo que preguntarse el porqué de tanto humo. La teoría decía que quien era propietario de las hectáreas que se estaban quemando había provocado el incendio a propósito porque luego en ese mismo lugar podría tener una plantación de soja.
Muchos fueron los medios que intentaron llegar al lugar y muchos los que lo hicieron, los focos de incendio eran bastantes y provocaban que la gente que vivía cerca no pudiera casi habitar el lugar. Si el humo llegaba a Buenos Aires, cómo no iba a perjudicar a la gente más cercana.
La presidenta Cristina Fernández, que no podía dejar de tocar el tema, no sabía que hacer, ni que decir. Cada vez más conflictos se desataban en su gestión. Entre el problema del género que tanto resalta y al que le pone tanto énfasis dejando entrever, al insistir hasta el hartazgo con el tema, que entonces las mujeres somos más débiles porque todo nos cuesta más, y entre su ministro de economía que viajaba por Buzios mientras que en nuestro país no cesaban los cortes de ruta que realizaban los ruralistas, no la estaba pasando muy bien que digamos. Para colmo de males, durante unos días, muy pocos por cierto, el humo se alejo. Lo que ocurría era que había cambiado el viento, entonces Cristina salió a decir “que suerte que el humos ya no está en Buenos Aires”, parece que la mandataria se olvidó que gobierna para todo el país, porque el humo no estaba en esta ciudad, ya que el viento lo había llevado para Rosario. Una metidita de pata un poco grande.
Finalmente no hubo final, después de pasearse por Rosario entonces, el humo volvió. Otra vez ojos rojos y gargantas lastimadas, parecía como sí uno ya estuviera resignado y entregado a acostumbrarse a ese nuevo habitante de la city. Todavía hay días en que amanece más nublado y con un poco de olor a quemado.
Y quizás ya no sea necesario un viaje tan largo, todo lo que pensé aquel día en definitiva lo estoy haciendo acá, en mi país, en mi Argentina querida. Si hasta la niebla de Europa tenemos, seguramente no con el mismo aroma, pero todo no se puede pedir.
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