miércoles, 28 de marzo de 2012

¿Quién apagó la luz?

¿Qué pasa? ¿Por qué todo está tan oscuro? ¿Quién fue? ¿Quién apagó la luz? No veo. No veo nada. Yo venía caminando, el camino era hermoso. Lo recuerdo rodeado de arboles inmensos, el cielo celeste, un celeste que jamás había visto, lo recuerdo y se me eriza la piel. Había también un sol, un sol que iluminaba, una luz que marcaba el recorrido. Y se escuchaban risas, podía percibir alegría, podía sentir amor. Yo caminaba por allí de la mano de la felicidad. Todo lo que intentaba anteponerse se desvanecía en el instante que me miraba a los ojos.
Pero se apagó. La luz se apagó. El cielo, ya no lo veo. Las risas no se escuchan. Todo se detuvo. Y no puedo seguir. Ya no veo por donde camino. Tengo miedo. Tengo miedo de tropezar y caer. Ya no veo. No puedo darme cuenta en dónde se esconde cada obstáculo. ¿Y si me choco con alguno de ellos? No quiero lastimarme. Ya nadie puede verme a los ojos, porque está oscuro, porque no se ve, porque alguien apagó la luz. ¿Quién fue? ¿Quién apagó la luz? Fui yo…



Lu* Galeano.-


viernes, 16 de marzo de 2012

Algo que contar...

Siempre quiso tener historia. Deseaba que algún suceso extraordinario le atravesara la vida.
No pretendía ser reconocida por su profesión, ni haber hecho una obra magnífica durante su estadía en el planeta, pero quería tener historia.
Deseaba poder sentir eso que le daba escalofríos cuando veía en una película que un amor imposible se concretaba, deseaba tener la misma sensación que tenía cuando abría un libro y descubría que en la última página, ese final predecible, estaba esperando allí para ser leído.
No quería que sus años transcurrieran sin nada que contar, sin dejar una marca. Deseaba tener historia, una historia inolvidable. Algo que decir cuando al final del camino le preguntaran si valió la pena. Si valió la pena el sufrimiento, el dolor con el que tuvo que enfrentarse; y algo por lo que pudiera responder que todo eso fue valioso porque a partir de ese instante alguien le habría otorgado la maravillosa oportunidad de tener eso que tanto anhelaba, una historia, su historia.

Lu* Galeano.-



martes, 6 de marzo de 2012

Media hora...

Faltaba media hora para que su despertador sonara, había dormido unas seis horas que le parecieron tan solo cinco minutos. La luz de su velador estaba encendida desde la noche anterior, como todas las noches, siempre le temió a la oscuridad y aunque muchos le sugerían que ya estaba grandecita para dormir con la luz prendida, nunca les siguió la corriente, solo ella sabía dónde se alojaba aquel temor y creía que nadie podría comprenderlo.
Mientras recorría con su mirada toda la habitación, pensaba en la rutina, pensaba en que aquel sería otro día igual a cualquier otro, sin sorpresas, sin alegrías, luchando contra sus miedos, fingiendo a cada minuto ser lo que algún día fue, aquella muchachita tierna y dulce que todos conocían.
A pesar de intentar quedarse en su cama por toda la eternidad se levantó, todavía le quedaba media hora para comenzar a desayunar, vestirse, maquillarse y estar lista para salir, así que decidió que sería preciso ensayar aquel acto que tenía que presentar y que había estado alojado en su cabeza hacía ya varios días. Se lavó la cara y se paró frente al espejo del baño, corrió el flequillo de sus ojos y con una postura firme empezó a esbozar las primeras muecas.
En principio se esforzó para que sus hombros se mantuvieran alineados el tiempo que durara la presentación, practicó de qué manera se mostrarían sus ojos y resolvió que una mirada que simulara seguridad sería perfecta, decidirse por uno de sus perfiles fue lo que más le costó, de modo que concluyó en que una actuación de frente sería casi ideal.
Sus dientes eran perfectos, el color y la forma de sus labios ayudaban a la causa, pero no debía exagerar, ya que sus sentimientos se dejaban ver a menudo muy frágiles, provocando lo que justamente intentaba evitar.
El tiempo se le acabó, comenzó a prepararse para salir, cuando estuvo lista abrazó a su perro esperando encontrar algún tipo de alivio para su alma, y después de un largo suspiro atravesó aquella puerta.
El viaje duró lo de todos los días, alrededor de cuarenta minutos. Bajó despabilándose porque aprovechaba ese tiempo para dormir, aunque su cabecita intentaba convencerla de que el tiempo era ideal para hacer alguna lectura, el traqueteo del transporte público era su canción de cuna predilecta.
Cruzó la avenida en dos etapas como acostumbraba, abrió la puerta del edificio, subió algunos escalones, caminó por el largo pasillo, se topó con la segunda puerta y allí estaba, lista para la actuación. Relajó todo su cuerpo, en especial los músculos de su cara y lo logró. La actuación fue perfecta, una sonrisa ideal.


Lu* Galeano.-